Imagina a Sofía, una profesional de 35 años que sueña con independizarse y crear su propio negocio. Cada noche se visualiza trabajando en su oficina ideal, liderando un equipo y disfrutando de la libertad de gestionar su tiempo. Sin embargo, pasan los meses y sigue en el mismo empleo, sintiendo frustración porque su sueño parece cada vez más lejano. Esta historia es común: muchas personas tienen visiones inspiradoras sobre su futuro, pero pocas logran convertirlas en realidad. ¿Qué marca la diferencia entre soñar y diseñar un futuro posible?

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