Hay momentos en los que el cuerpo habla antes que las palabras. Basta una mirada, una frase lanzada al descuido o una expectativa incumplida, y algo dentro de nosotros se repliega. Queremos desaparecer, esconder la cara, volvernos invisibles. Es un sentir denso, incómodo, difícil de nombrar… y sin embargo, profundamente humano: la vergüenza.

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