En el ámbito del desarrollo personal y profesional, suele privilegiarse el lenguaje, las ideas y las emociones expresadas verbalmente. El cuerpo, en cambio, muchas veces queda al margen. Como si fuera solo un vehículo, un soporte, una especie de telón de fondo para lo que pensamos y sentimos.
Pero ¿y si el cuerpo también hablara? ¿Y si además de sostenernos, tuviera un papel activo en nuestra transformación? Porque el cuerpo no solo acompaña: también siente, intuye, recuerda, anticipa… y transforma.
La invitación es a devolverle al cuerpo su lugar en los procesos de cambio. A reconocerlo como un territorio sensible y vivo. Quienes trabajamos con personas, ya sea desde la docencia, la facilitación, el liderazgo o el acompañamiento, necesitamos dejar de verlo como algo que se corrige o se controla. Es desde el cuerpo, muchas veces, donde emergen el sentido, la identidad, y esas decisiones que cambian el rumbo.
El cuerpo no es después: es origen, presencia y posibilidad
El cuerpo no es un apéndice del lenguaje ni un recipiente pasivo de emociones. Es lenguaje. Es emoción. Es historia y posibilidad.
Richard Strozzi-Heckler (2007), psicólogo clínico y referente en la integración cuerpo-mente, lo expresa con claridad: el cuerpo es un campo de acción. No actuamos “desde” el cuerpo como si fuera un instrumento externo; actuamos con cuerpo, en cuerpo, y a través de él configuramos nuestras formas de estar en el mundo.
Desde otra perspectiva, el biólogo y filósofo chileno Francisco Varela (1996) introduce el concepto de “enacción”, que desafía la idea tradicional de que la mente es algo separado del cuerpo. Según esta visión, la cognición emerge de la interacción dinámica entre cuerpo, mente y entorno. Comprendemos el mundo no solo con ideas, sino también con gestos, posturas, movimientos. Sentimos antes de pensar. Nos orientamos corporalmente antes de que podamos explicar con palabras.
A esta comprensión profunda del cuerpo se suma la propuesta de Rolando Toro (2008), también chileno, creador de la “biodanza”. Toro no concibe al cuerpo como una maquinaria, sino como una vía para expresar la vida en su dimensión más relacional, afectiva y creativa. Desde su mirada biocéntrica, el cuerpo no solo actúa: se vincula, se emociona, celebra la vida. Es un canal para generar sentido compartido y para restablecer la unidad entre sentir, pensar y hacer.
Las emociones también tienen forma
Lisa Feldman Barrett (2018), desde la neurociencia, demuestra que las emociones no son reacciones fijas o universales, sino construcciones cerebrales que se desarrollan en función de la historia, el contexto y la experiencia corporal. Lo que sentimos tiene una huella somática, cada emoción tiene una forma corporal. Una rabia que no se expresa puede acumularse como una tensión persistente en la mandíbula. Un miedo prolongado puede sentirse como un nudo en el estómago, o como un peso que oprime el pecho. No siempre podemos explicar con claridad lo que nos pasa, pero el cuerpo casi siempre lo sabe primero.
Por eso, preguntarnos qué emoción habita el cuerpo es tan relevante como explorar lo que pensamos o lo que creemos estar sintiendo. No es solo una pregunta diagnóstica; es una forma de escucha profunda. Es también una oportunidad: cuando reconocemos cómo se manifiesta una emoción en el cuerpo, podemos empezar a transformarla, no desde el esfuerzo mental, sino desde una conciencia más integrada, más completa.
- Pregunta para detenerse: ¿Qué tensión habita tu cuerpo cuando estás en conflicto?
La teoría polivagal y el cuerpo como lector de seguridad
Stephen Porges, psicólogo estadounidense y autor de la Teoría Polivagal (2011), describe cómo nuestro sistema nervioso autónomo evalúa constantemente, de forma inconsciente, si el entorno es seguro o amenazante. Esta lectura (llamada “neurocepción”) se expresa corporalmente antes que cognitivamente.
Cuando sentimos amenaza, nuestro cuerpo puede entrar en estados de hiperactivación (lucha o huida) o colapso (congelamiento o desconexión). Estas respuestas no son defectos, sino intentos adaptativos de protegernos. El cuerpo responde con lo que ha aprendido que es necesario para sobrevivir.
Reconocer estas respuestas y acompañarlas con presencia es una vía para recuperar el equilibrio. No se trata de eliminar la respuesta corporal, sino de integrarla con conciencia.
- Otra pregunta útil: ¿Qué movimiento necesita tu emoción para liberarse con cuidado y regulación?
Volver al movimiento
El trabajo corporal, en procesos de acompañamiento, no busca corregir posturas ni imponer normas, sino restaurar fluidez donde hay rigidez, ampliar opciones donde hay automatismo. Una emoción estancada se puede volver creencia corporal. Una respuesta repetida (por ejemplo, encogerse o endurecerse) puede volverse una postura de vida.
Thomas Louis Hanna (2004), creador de la educación «somática», propone que el cuerpo puede olvidar movimientos cuando se somete por años al estrés o a experiencias dolorosas. Pero también puede «reaprenderlos», desde prácticas atentas que reabren la vía entre cuerpo y conciencia.
Moverse distinto es pensar distinto. Respirar con intención es sentir con más amplitud. Caminar con dirección puede devolver sentido cuando la mente no encuentra claridad.
Cuerpo, emoción y lenguaje: una triada inseparable
En síntesis, el cuerpo no está después de la mente ni subordinado al lenguaje. Es parte activa de nuestras decisiones, vínculos y posibilidades. Por eso, todo trabajo de transformación profunda necesita considerar la dimensión corporal, no como una técnica añadida, sino como parte esencial de la experiencia humana.
En tiempos de aceleración mental, de hiperconexión digital y de presión constante por producir, el cuerpo se vuelve un refugio y una brújula. Escucharlo no es un lujo ni una práctica alternativa: es un acto de cuidado, de discernimiento y de responsabilidad.
Para cerrar, te dejo algunas preguntas poderosas:
- ¿Qué parte de tu historia se expresa sin palabras en tu cuerpo?
- ¿Qué emociones necesitan ser movidas y no solo pensadas?
- ¿Cómo habitas tu cuerpo cuando lideras, enseñas o acompañas a otros?
- ¿En qué momentos te desconectas de tu corporalidad?
- ¿Qué gesto corporal podrías recuperar para sentirte más presente?
Cuando hablamos de transformación personal o profesional, dejar fuera al cuerpo es dejar fuera una parte esencial de quienes somos. El cambio no solo ocurre en lo que pensamos o decimos, sino también en cómo nos movemos, cómo respiramos, cómo nos vinculamos desde la presencia encarnada.
Referencias
- Barrett, L. F. (2018). La vida secreta del cerebro, Cómo se construyen las emociones. Paidos.
- Hanna, T. (2004). Somática: despertar el control mental sobre el movimiento, la flexibilidad y la salud. Da Capo Press.
- Porges, S. W. (2011). La teoría polivagal: fundamentos neurofisiológicos de las emociones, el apego, la comunicación y la autorregulación. W. W. Norton & Company.
- Strozzi-Heckler, R. (2007). El dojo del liderazgo: Construye tu base como líder ejemplar. Frog Books.
- Toro, Rolando (2008). Biodanza. Editorial Cuarto Propio.
- Varela, F. J., Thompson, E., & Rosch, E. (1996). La mente encarnada: ciencia cognitiva y experiencia humana. MIT Press.
Descubre más desde
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

5 Pingback