El ser humano es una entidad multidimensional, un tejido complejo donde confluyen la mente, el cuerpo, las emociones y también la dimensión espiritual. Estas dimensiones no operan de manera aislada, sino que interactúan constantemente, moldeando nuestra experiencia del mundo y nuestra forma de actuar en él.
Desde la biología del conocimiento propuesta por Maturana y Varela hasta los avances recientes en neurociencia, se ha ampliado la comprensión de cómo las dimensiones del ser humano se entrelazan y dan forma a nuestra existencia.

La dimensión biológica: el cuerpo como base de la experiencia
Humberto Maturana y Francisco Varela, en su teoría de la autopoiesis, destacan que el ser humano es un sistema vivo que se define a sí mismo a través de su propia organización. Esta perspectiva enfatiza que el cuerpo no es un mero soporte físico, sino la base biológica desde donde emergen nuestras emociones y pensamientos (Maturana & Varela, 1984). En términos neurocientíficos, el cuerpo y el cerebro trabajan como una unidad indivisible. Estudios recientes sobre la “interocepción” (la capacidad del cerebro para interpretar señales internas del cuerpo) han demostrado que nuestras emociones están profundamente enraizadas en nuestra fisiología (Craig, 2002).
La dimensión emocional: base para la acción y la conexión
Las emociones no solo son respuestas adaptativas, sino también una herramienta clave para la interacción social y la toma de decisiones. Antonio Damasio, destacado neurocientífico portugués, ha demostrado que las emociones son fundamentales para la racionalidad. En su teoría del “marcador somático”, explica cómo las emociones, a través de respuestas corporales, guían nuestras decisiones más allá de lo que la mente consciente puede procesar (Damasio, 1994). Este hallazgo refuerza las ideas de Maturana sobre el papel de las emociones en la construcción del conocimiento.
La dimensión mental: el lenguaje y la reflexión
El lenguaje, según Maturana, no solo describe la realidad, sino que la crea. Es una herramienta que permite la reflexión, la generación de significado y la conexión social (Maturana, 1997). En este sentido, Byung-Chul Han critica cómo la aceleración de la vida moderna y la sobreexposición digital afectan nuestra capacidad para reflexionar profundamente. La dimensión mental del ser humano, vinculada a la atención y la concentración, está siendo fragmentada, lo que impacta negativamente en nuestro bienestar integral (Han, 2015).
La dimensión espiritual: una búsqueda de significado
La espiritualidad puede entenderse como la búsqueda de significado y conexión más allá del yo individual. Byung-Chul Han, en sus reflexiones sobre la contemplación y el silencio, destaca la necesidad de recuperar espacios de espiritualidad para contrarrestar la superficialidad de la sociedad del rendimiento (Han, 2017).
En el ámbito de los pueblos originarios, la espiritualidad se concibe como una conexión intrínseca con la naturaleza y el cosmos. Estudios etnográficos han documentado cómo su cosmovisión, centrada en el equilibrio entre el mundo humano y el espiritual, refuerza la importancia de prácticas rituales que conectan al individuo con su comunidad y con el entorno natural (Durán, 2018). Esta perspectiva destaca que la espiritualidad no solo es individual, sino profundamente relacional.
Integración de las dimensiones: hacia un ser humano pleno
Entender al ser humano como un ente multidimensional implica reconocer que ninguna dimensión puede separarse de las otras. La neurociencia moderna confirma que la mente, el cuerpo y las emociones están profundamente entrelazados, y que esta integración es esencial para nuestro bienestar.
Además, la filosofía contemporánea nos invita a reflexionar sobre el impacto de las estructuras sociales en estas dimensiones, recordándonos la importancia de cultivar la introspección, la contemplación y el equilibrio con nuestro entorno. La cosmovisión mapuche, por ejemplo, nos recuerda que la armonía interna está intrínsecamente ligada a la armonía con el entorno natural y social, ofreciendo un modelo integrador que puede enriquecer nuestra comprensión de las dimensiones humanas.
Conclusión
Las dimensiones del ser humano son un entramado complejo que refleja nuestra esencia y nuestra forma de estar en el mundo. Desde las bases biológicas hasta las reflexiones espirituales, todas ellas contribuyen a nuestra experiencia integral. Como lo plantean Maturana y Varela, el conocimiento surge de la interacción entre nuestras dimensiones internas y nuestro entorno. Al mismo tiempo, la neurociencia y la filosofía contemporánea subrayan la importancia de buscar un equilibrio en un mundo cada vez más acelerado y fragmentado. La integración de perspectivas, incluyendo las visiones de los pueblos originarios, nos invita a replantear nuestra relación con nosotros mismos, con los demás y con la naturaleza, reconociendo que la plenitud humana es inseparable de nuestro contexto ecológico y social.
Referencias
- Craig, A. D. (2002). How do you feel? Interoception: the sense of the physiological condition of the body. Nature Reviews Neuroscience, 3(8), 655-666. https://doi.org/10.1038/nrn894
- Damasio, A. (2011). El error de Descartes: La emoción, la razón y el cerebro humano. Editorial Destino.
- Han, B.-C. (2015). La sociedad del cansancio. Barcelona: Herder Editorial.
- Han, B.-C. (2017). La expulsión de lo distinto. Barcelona: Herder Editorial.
- Maturana, H., & Varela, F. (1984). El árbol del conocimiento: Las bases biológicas del entendimiento humano. Santiago: Editorial Universitaria.
- Maturana, H. (1997). Emociones y lenguaje en educación y política. Santiago: Dolmen Ediciones.
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