En tiempos de sobrecarga informativa, controversias políticas, polarización social y desgaste emocional colectivo, ejercer el liderazgo se ha vuelto un ejercicio cada vez más desafiante. En Chile, como en muchas partes del mundo, transitamos una época marcada por la desconfianza hacia las instituciones, la fragmentación del diálogo público y la sensación de que todo puede encenderse con una chispa.
Sin embargo, estos momentos son oportunidades para redefinir qué significa liderar. Más allá de los cargos y las jerarquías, liderar hoy implica estar dispuesto a sostener conversaciones difíciles, cultivar entornos de cuidado y ejercer influencia desde la ética, el respeto y la presencia.
¿Qué liderazgo necesitamos en este nuevo contexto?
Durante mucho tiempo, se pensó que liderar era dirigir, controlar o tener respuestas. Pero los tiempos han cambiado. Como sostiene Ronald Heifetz (2009), uno de los mayores referentes del liderazgo adaptativo, “el verdadero liderazgo no es responder a las demandas de la gente, sino movilizarla a enfrentar sus desafíos más difíciles”. Liderar, en este sentido, no es proteger a los equipos del conflicto, sino enseñar a habitarlo de forma constructiva.
La crisis de confianza y el creciente cuestionamiento a la autoridad no son solo problemas políticos: son síntomas de un sistema que ya no tolera liderazgos ciegos, egocéntricos o desvinculados. Simon Western, es director ejecutivo de Analytic-Network Coaching, presidente de la ISPSO (Sociedad Internacional para el Estudio Psicoanalítico de las Organizaciones) y profesor adjunto en el University College de Dublín, Western (2013) señala que estamos transitando desde un liderazgo heroico a uno eco-relacional, donde lo que importa no es quién lidera, sino cómo se lidera, con quién, y para qué.
Habilidades críticas para liderar en el siglo XXI
El Foro Económico Mundial (WEF) ha identificado una serie de habilidades indispensables para el año 2030, muchas de las cuales tienen relación directa con la práctica del liderazgo. No se trata solo de capacidades técnicas, sino de habilidades profundamente humanas que definen cómo enfrentamos los desafíos emergentes:
| Habilidad clave (WEF) | Aplicación en liderazgo |
| Pensamiento analítico e innovación | Decidir en la incertidumbre sin perder el criterio ético |
| Aprendizaje activo y estrategias de cambio | Liderar procesos de mejora continua |
| Creatividad, originalidad e iniciativa | Proponer soluciones ante crisis o tensiones internas |
| Inteligencia emocional | Leer el clima emocional del equipo y actuar con empatía |
| Influencia social positiva | Inspirar desde la coherencia y la integridad |
| Tolerancia al estrés y flexibilidad | Adaptarse sin perder la brújula |
Estas competencias se vinculan con lo que autores como Daniel Goleman (2018) llaman inteligencia emocional: la capacidad de reconocer, comprender y gestionar nuestras emociones y las de los demás. Un líder emocionalmente competente no apaga fuegos, sino que cultiva contextos menos inflamables.
El coraje de influir sin imponer
En tiempos convulsionados puede parecer más fácil retraerse o endurecerse. Pero el verdadero liderazgo requiere una práctica cotidiana de conciencia. Como plantea Adam Kahane, que ha sido reconocido como uno de los más prestigiosos facilitadores de procesos de paz, y ha trabajado en más de 50 países, incluidos Colombia y Sudáfrica, y es uno de los expertos en negociación compleja y colaboración en contextos polarizados, Kahane (2017) señala que “la clave no es evitar el conflicto, sino aprender a colaborar con quienes no estamos de acuerdo, ni siquiera nos agradan o confiamos”.
Esta frase, potente y provocadora, puede ser incómoda, pero refleja una verdad urgente: hoy liderar es ser capaz de sostener la tensión sin romper el lazo. Es tener la madurez de no reaccionar con el ego herido, sino con la responsabilidad activa. Es practicar esa conciencia de que lo que vemos es siempre parcial, y construir liderazgo desde el diálogo, no desde la imposición.
¿Qué se espera de quienes lideran hoy?
No se espera perfección. Se espera presencia. Se espera la capacidad de actuar con integridad, incluso cuando el entorno empuja a la ambigüedad. Se espera la disponibilidad para cuidar el tejido relacional, no solo cumplir objetivos.
Como bien plantea el filósofo, sociólogo y político francés Edgar Morin (1999), el pensamiento complejo nos invita a no reducir lo humano a fórmulas ni lo social a eficiencia. Liderar es también pensar con profundidad y actuar con sensibilidad.
¿Qué clase de influencia estás ejerciendo hoy?
No necesitas tener un cargo para liderar. Basta con ejercer tu influencia con ética, conciencia y humanidad.
En contextos donde muchos gritan, tú puedes ser quien escucha. En momentos donde abunda el juicio, puedes cultivar la conversación.
Liderar, hoy, no es brillar: es servir desde el compromiso con un futuro más justo y digno para todos.
Referencias:
- Goleman, D. (2018). Inteligencia emocional: Por qué puede ser más importante que el cociente intelectual. B de Bolsillo.
- Heifetz, R., Grashow, A., & Linsky, M. (2009). La práctica del liderazgo adaptativo: herramientas y tácticas para cambiar su organización y el mundo. Harvard Business Press.
- Kahane, A. (2017). Colaborar con el enemigo: cómo trabajar con personas con las que no estás de acuerdo, no te agradan o en las que no confías. Berrett-Koehler.
- Morin, E. (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. UNESCO.
- Western, S. (2013). Liderazgo: Un texto crítico (2nd ed.). Sage Publications.
- World Economic Forum. (2020). Informe sobre el futuro del empleo. https://www.weforum.org/reports/the-future-of-jobs-report-2020
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