En nuestra vida diaria, los juicios actúan como hilos invisibles que dan forma a cómo entendemos el mundo y, también, a cómo nos entendemos a nosotros mismos. Juzgamos y somos juzgados constantemente, muchas veces sin detenernos a pensar con claridad en lo que eso implica.

Desde la ontología del lenguaje (Echeverría, 2006), se propone que el lenguaje no solo describe lo que ocurre, sino que tiene el poder de construir realidad. Aunque suene abstracto, esta idea tiene efectos muy concretos en cómo se forma nuestra identidad y en las posibilidades que percibimos en la vida.

A continuación te invito a explorar cómo los juicios, entendidos como actos del habla, influyen directamente en nuestra forma de ser y de relacionarnos. Al comprender su función, los distintos tipos que existen y su vínculo con la identidad, podemos empezar a mirar con más conciencia las historias que nos contamos, y que sostenemos, sobre nosotros, los demás y el entorno que habitamos.

Los juicios como actos generativos

Según el enfoque propuesto por Rafael Echeverría (2006), los juicios forman parte de los actos del habla más relevantes en nuestra comunicación. A diferencia de las afirmaciones, que pueden comprobarse con hechos o datos, los juicios son valoraciones que no se pueden verificar como verdaderas o falsas, sino que se evalúan por su fundamento y por si son apropiados o no en un contexto determinado.

Desde esta mirada, emitir un juicio no es simplemente dar una opinión al pasar, sino posicionarse desde una forma particular de interpretar la realidad. En cada juicio se revela el observador que somos: una persona marcada por su historia, sus creencias y su mundo emocional. Todo juicio abre o cierra una posibilidad. En otras palabras, no son inofensivos: los juicios tienen impacto en la forma en que vivimos, nos relacionamos y tomamos decisiones.

Juicios fundados, infundados y automáticos

Comprender los distintos tipos de juicios que emitimos nos ayuda a asumir mayor responsabilidad sobre nuestras interpretaciones.

  • Un juicio fundado es aquel que puede respaldarse con argumentos, criterios claros o antecedentes relevantes.
  • Un juicio infundado se basa en suposiciones vagas o sin evidencia.
  • Un juicio automático nace de patrones de interpretación arraigados en nuestra historia personal y que pocas veces cuestionamos.

Desde la biología del conocer, Maturana y Varela (1996) afirman que todo acto de observar está influido por la estructura del observador. Es decir, nuestros juicios no son neutros ni objetivos: están modelados por nuestras creencias y emociones recurrentes.

Esta idea nos invita a dejar atrás una mirada ingenua, como si todo lo que pensamos fuera una verdad objetiva, y adoptar una actitud más reflexiva y consciente sobre los juicios que damos por ciertos y que, muchas veces, moldean quiénes somos.

Juicios que definen quién creemos ser

Algunos juicios no solo evalúan lo que hacemos, sino que terminan por convertirse en afirmaciones sobre lo que somos. Frases como “no soy creativo”, “no sé liderar equipos” o “no soy bueno para hablar en público” no describen simplemente una acción; actúan como etiquetas que vamos repitiendo hasta consolidar una historia sobre nuestra identidad.

Jerome Bruner (2006) plantea que las personas nos construimos a través de los relatos que contamos sobre nosotros mismos. En esa línea, Kenneth Gergen (1991) propone que la identidad no es algo fijo ni esencial, sino una construcción dinámica, moldeada en el lenguaje y en nuestras relaciones.

Revisar estos juicios identitarios es clave para transformar nuestras posibilidades. Cambiar el juicio que sostenemos sobre quiénes somos no es un acto menor: es abrir nuevos caminos, mirar desde otro lugar y ampliar lo que creemos posible para nuestra vida.

El diseño de identidad como práctica consciente

Diseñar nuestra identidad no es un ejercicio abstracto. Implica detenernos a mirar, con honestidad, qué juicios sostenemos sobre nosotros mismos y cómo esos juicios impactan en nuestras decisiones, relaciones y oportunidades. Como bien señala Humberto Maturana (2006), esto requiere asumir responsabilidad: “Somos responsables de lo que decimos, porque con ello generamos mundo”.

En el ámbito laboral y profesional, esta reflexión cobra especial relevancia. Muchas veces no es la falta de conocimientos técnicos lo que limita a un líder, sino ciertos juicios no cuestionados que frenan la confianza, dificultan la escucha activa o impiden adaptarse a los cambios.

Reconocer estos patrones nos permite ampliar nuestras posibilidades de acción y construir una identidad más coherente con lo que deseamos aportar.

¿Qué juicios estás listo/a para transformar?

Tanto en el desarrollo personal como en el profesional, revisar los juicios que sostenemos casi sin darnos cuenta es una práctica fundamental. Se trata de preguntarnos de dónde vienen, en qué se basan y si aún tienen sentido en la etapa de vida en la que nos encontramos.

Con ese propósito, te invito a descargar la ficha de autoaprendizaje “Identidad y juicios: una nueva forma de ser”. Esta herramienta te propone un recorrido reflexivo, a través de preguntas concretas, para observar los juicios que más repites, reconocer cuáles ya no te aportan y comenzar a ensayar nuevas formas de mirarte y narrarte, más alineadas con la persona y el profesional que deseas ser.

¿Estás listo/a para trabajar con más conciencia sobre los juicios que te habitan?

Descarga gratuita aquí:


Referencias

  • Bruner, J. (2006). Actos de Significado: Más Allá de la Revolución Cognitiva. Alianza Editorial.
  • Echeverría, R. (2006). Ontología del lenguaje. Ediciones Granica, S.A..
  • Gergen, K. J. (1991). El yo saturado: dilemas de identidad en la vida contemporánea. Basic Books.
  • Maturana, H., & Varela, F. (1996). El árbol del conocimiento. Editorial Universitaria.
  • Maturana, H. (2006). El sentido de lo humano. Dolmen Ediciones.

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