La mayoría de las personas busca evitar el malestar. Nos hemos entrenado culturalmente para silenciar la incomodidad, distraernos cuando algo duele o neutralizar cualquier señal que nos saque de la zona de confort. Sin embargo, en el camino del desarrollo personal y profesional, la incomodidad no es una enemiga, puede ser una valiosa señal.
A continuación te invito a reivindicar el rol de la incomodidad como una brújula interna, que apunta hacia aquellos aprendizajes profundos que necesitamos observar para avanzar.
Malestar e incomodidad: una visión ampliada
Desde una perspectiva biológica y emocional, la incomodidad activa regiones del cerebro relacionadas con la detección de amenaza y disonancia (Davidson, 2003; Siegel, 2010). Pero no toda amenaza es externa, en varias ocasiones lo que incomoda es una contradicción interna: entre lo que creemos y lo que vivimos, entre lo que valoramos y lo que hacemos.
Jack Mezirow fue un sociólogo americano y profesor emérito de «Adult and Continuing Education» en la Universidad de Columbia, señalado por la literatura como padre del aprendizaje transformacional. Él sostiene que estos momentos de disonancia cognitiva pueden actuar como disparadores de procesos de reflexión profunda (Mezirow, 1991). En otras palabras, el malestar bien acompañado puede iniciar un proceso de transformación personal.
Por otro lado, Lisa Feldman Barrett (2017), profesora de psicología en la Northeastern University, ha mostrado en sus investigaciones que las emociones no son respuestas automáticas, sino construcciones dinámicas moldeadas por nuestras experiencias previas, creencias y lenguaje. La incomodidad entonces no es solo lo que sentimos, sino también cómo interpretamos lo que sentimos. Cambiar la interpretación puede transformar radicalmente nuestra relación con el malestar.
¿Por qué evitamos sentir incomodidad?
Evitarla tiene correlato biológico ya que nuestro sistema nervioso busca eficiencia, seguridad y economía de energía. Pero cuando la evitación se vuelve un hábito, se transforma en un obstáculo. Nos impide crecer, revisar nuestras creencias, explorar nuevos caminos o modificar relaciones que ya no nos hacen bien.
Además, vivimos en una cultura del rendimiento que penaliza el error, el déficit, la duda o la fragilidad. Mostrar incomodidad puede leerse como falta de competencia, cuando en realidad es un acto de honestidad emocional.
«El crecimiento no se produce en el confort sino en el umbral entre lo que sabemos y lo que nos desafía» (Brown, 2015).
Incomodidad como puerta al cambio profundo
En los procesos de acompañamiento que realizo, observo un patrón común: los momentos de mayor avance suelen estar precedidos por emociones difíciles. Culpa, rabia, vergüenza o frustración se convierten en portales que abren nuevas formas de interpretarse y de actuar en el mundo.
Este cambio se da cuando el malestar deja de ser evitado o negado, y se convierte en un espacio de escucha activa. No se trata de deleitarse en el dolor, sino de decodificar su mensaje: ¿Qué me está queriendo mostrar esta incomodidad? ¿Qué aspecto de mí necesita revisión, ampliación, acción o descanso?
“No hay despertar de la conciencia sin dolor. La gente hará cualquier cosa, por absurda que sea, para evitar enfrentarse con su alma. Nadie se ilumina fantaseando figuras de luz, sino haciendo consciente su oscuridad.” (Carl Jung)
Estrategias para aprovechar la incomodidad como guía
| Estrategia | Descripción | Utilidad práctica |
| 1. Nombrar la incomodidad | Poner en palabras lo que se está sintiendo sin juzgarlo. Ej.: «Siento tensión en el pecho y ganas de evitar esta conversación». | Ayuda a darle forma a lo intangible y reduce la reactividad. |
| 2. Observar sin intervenir | Tomar una actitud de testigo interno: reconocer lo que sucede sin intentar cambiarlo de inmediato. | Desarrolla la conciencia emocional y la regulación. |
| 3. Investigar el origen | Preguntarse: ¿Qué historia me estoy contando que me genera esta emoción? ¿Qué valor está en juego? | Permite descubrir creencias limitantes o necesidades no satisfechas. |
| 4. Pedir retroalimentación | Conversar con alguien de confianza que pueda aportar una mirada externa. | Amplía la perspectiva y detecta puntos ciegos. |
| 5. Experimentar nuevas acciones | Realizar pequeños cambios o pruebas de comportamiento en situaciones similares. | Fomenta la autoeficacia y el aprendizaje activo. |
| 6. Cultivar una mentalidad de aprendiz | Repetirse frases como «esto también es parte del proceso» o «estoy aprendiendo algo de mí aquí». | Promueve la autocompasión y la resiliencia. |
La incomodidad como orientadora del deseo
Una idea provocadora es pensar que el malestar también es señal de deseo: deseamos una versión más íntegra, más libre o más alineada con quienes somos. Como si la incomodidad dijera: «así como están las cosas, ya no me basta».
Volvernos capaces de escuchar esa tensión sin resolverla de inmediato nos conecta con una fuente de energía transformadora. No hay transición sin trizadura. Y no hay trizadura que no anuncie un nuevo mundo. La invitación es a observar la incomodidad no como un castigo, sino una orientación.
Un llamado a reconsiderar
En un mundo que nos empuja a estar siempre cómodos, entretenidos y en control, reivindicar el valor de la incomodidad puede parecer provocador. Pero quizás es precisamente en esos momentos de malestar donde se esconde lo más esencial.
- ¿Y si en vez de evitar la incomodidad, la escuchamos?
- ¿Y si cada sensación incómoda fuera un faro que nos guía hacia una versión más honesta, más libre y más comprometida de nosotros mismos?
El cambio profundo rara vez ocurre en la comodidad. Las grandes preguntas de la vida suelen surgir cuando algo nos duele, nos moviliza o nos confronta. Por eso, aprender a quedarnos un poco más en ese lugar incierto (con amabilidad y coraje) puede ser una de las habilidades más importantes para nuestro desarrollo personal y profesional.
No se trata de glorificar el sufrimiento, sino de reconocer que algunas incomodidades no son señales de error, sino llamados al despertar.
Referencias
- Brown, B. (2015). Levantándose fuerte. Spiegel & Grau.
- Davidson, R. J. (2003). La vida emocional de tu cerebro. Penguin.
- Mezirow, J. (1991). Dimensiones transformadoras del aprendizaje de adultos. Jossey-Bass.
- Siegel, D. (2010). El terapeuta consciente. W. W. Norton & Company.
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