Vivimos en una época que enarbola la bandera de la autenticidad como valor absoluto. «Sé tú mismo», «di lo que piensas», «exprésate sin filtros»… Estas frases abundan en libros de autoayuda, redes sociales y discursos inspiracionales. Sin embargo, en el ejercicio del liderazgo, la autenticidad no puede confundirse con una exposición sin límites. Ser auténtico no es decirlo todo, ni mostrarlo todo. La autenticidad bien entendida requiere discernimiento, madurez emocional y, sobre todo, responsabilidad relacional.

En estas líneas, dirigidas a líderes, facilitadores y agentes de cambio, te invito a revisar los matices que hacen de la autenticidad un acto humano, profundo y a veces incómodo, pero también esencial para construir relaciones con sentido.

Autenticidad no es desborde emocional

Confundir autenticidad con catarsis puede ser una trampa. Como señala Brené Brown (2015), la autenticidad no implica compartir todo con todos, sino cultivar el coraje de ser vulnerable en contextos seguros y con personas que lo merezcan. La vulnerabilidad no es espectáculo; es una práctica consciente de conexión.

Ser auténtico no es reaccionar impulsivamente desde la emoción cruda, sino actuar desde la integración. Esto no significa reprimir, sino regular. Daniel Siegel (2010), especialista en neurobiología interpersonal, explica que la corteza prefrontal (área del cerebro encargada de la regulación emocional, la empatía y la toma de decisiones éticas) es clave para relacionarnos de forma auténtica y no impulsiva. Las personas que lideran desde la no estallan, sintonizan. No imponen, proponen. No buscan imponerse como verdad, sino abrir posibilidades de encuentro.

Transparencia sin contexto: el riesgo de desbordar

Byung-Chul Han (2012), filósofo surcoreano, advierte sobre la sociedad de la transparencia, donde todo debe mostrarse, decirse y validarse en lo visible. Esta hiperexposición nos empuja a creer que mostrar todo es sinónimo de verdad. Sin embargo, el liderazgo consciente necesita distinguir entre lo íntimo y lo compartible.

La transparencia total no es siempre ética ni efectiva. No todo lo que sentimos debe ser dicho en el momento en que lo sentimos. La autenticidad madura se basa en la capacidad de preguntarse:

  • ¿Cuál es la intención de lo que quiero compartir?
  • ¿Estoy aportando sentido o buscando descarga emocional?
  • ¿Estoy abriendo un espacio para el otro o ocupando el centro desde mi necesidad?

La paradoja de protegerse sin ocultarse

Hay momentos en que no mostrar algo es también un acto de cuidado. Para las y los líderes, proteger ciertas emociones, dudas o procesos personales no implica falsedad, sino discernimiento. Lo que se calla puede ser temporario, no una negación, sino un acto de maduración interna.

Mostrarte auténticamente no es desnudarte frente a todos, sino aparecer desde lo que has trabajado, comprendido y puedes sostener. Ser líder no es ser perfecto ni invulnerable, pero tampoco es convertir al equipo en tu espacio terapéutico.

Preguntas que invitan a revisar tus límites internos

  • ¿Qué parte de ti necesita mostrarse, y cuál protegerse para cuidarte a ti y a los demás?
  • ¿Qué emoción estás llamando autenticidad, cuando en realidad es reactividad?
  • ¿Cuál es la intención detrás de lo que compartes? ¿Construye o descarga?
  • ¿Qué confundes con ser transparente?

Autenticidad: más que decirlo todo, es saber cómo y cuándo

Autenticidad no es una propiedad individual. Es una práctica relacional. Se vuelve real en el vínculo, cuando lo que mostramos está en sintonía con un propósito, un momento, una persona y una intención.

Liderar con sentido implica reconocer que hay momentos para hablar, momentos para callar, y momentos para esperar. Implica reconocer que no todo lo que sentimos es necesario compartir, pero sí todo lo que compartimos necesita ser sentido con honestidad.

La invitación no es a esconderte ni a fingir. Es a aparecer de forma real, pero desde tu centro. Con coraje, pero también con cuidado. Porque liderar no es brillar desde la autenticidad ingenua, sino iluminar desde una presencia auténtica, consciente y responsable.


Referencias

  • Brown, B. (2015). Levantándose fuerte. Spiegel & Grau.
  • Han, B.-C. (2012). La sociedad de la transparencia. Herder.
  • Siegel, D. (2010). El terapeuta consciente. W. W. Norton & Company.

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