En muchas organizaciones, personas y equipos, los problemas más complejos no derivan de la falta de conocimiento técnico, sino de lo que no se dice, lo que se calla, o lo que se comunica de manera violenta, a veces sin intención, pero con efectos que perduran. Diseñar conversaciones transformadoras no es solo un arte, sino una práctica ética, emocional y profundamente humana. Te invito a profundizar en la Comunicación No Violenta (CNV) para construir vínculos de confianza, colaboración y creatividad genuina.
Lo que ocurre cuando no conversamos
Hay cosas que no se hablan, y eso también comunica. En contextos laborales, educativos y personales, los temas evitados (por temor, por cultura organizacional o por costumbre) no desaparecen, se transforman: en rumores, en desconfianza, en decisiones tomadas sin consenso real. Como afirmaba Humberto Maturana (1984), los seres humanos vivimos en redes de conversaciones, y cuando estas se interrumpen, se interrumpe también nuestra capacidad de coordinar acciones y convivir (Maturana & Varela, 1984).
¿Qué es la Comunicación No Violenta?
La Comunicación No Violenta (CNV) es un enfoque desarrollado por el psicólogo estadounidense Marshall B. Rosenberg (1934–2015), quien comenzó a formular este modelo en la década de 1960, influido por la psicología humanista de Carl Rogers y por los movimientos de derechos civiles en Estados Unidos.
Lejos de tratarse simplemente de hablar “con amabilidad” o evitar conflictos, la CNV propone un marco profundo para transformar las interacciones humanas a través de la conexión empática y la expresión honesta. Según Rosenberg (2006), la CNV “es un lenguaje de vida” que busca reconectar a las personas con sus necesidades fundamentales y promover relaciones basadas en la comprensión mutua, más que en la coerción o el juicio.
Desde 1984, esta práctica ha sido promovida por el Center for Nonviolent Communication (CNVC), fundado por el propio Rosenberg, que ha capacitado a miles de facilitadores y profesionales en más de 60 países, especialmente en contextos educativos, comunitarios, terapéuticos y organizacionales.
Componentes de la Comunicación No Violenta
Marshall Rosenberg planteó que gran parte de los conflictos personales y sociales surgen porque no sabemos cómo expresar lo que sentimos ni cómo escuchar al otro sin juzgar, defendernos o imponer. Por ello, diseñó un modelo estructurado en cuatro componentes interdependientes que permiten transformar la manera en que nos comunicamos:
| Componente | ¿En qué consiste? | Ejemplo |
| 1. Observación | Describir lo que vemos u oímos sin mezclarlo con interpretaciones, críticas o evaluaciones. Se trata de distinguir los hechos de nuestras opiniones. | NO: “Eres irresponsable.” SI: “Llegaste 30 minutos después de la hora acordada.” |
| 2. Sentimientos | Reconocer y nombrar lo que estamos sintiendo en relación con lo que observamos. Evitar pseudo-sentimientos como “me siento ignorado” (que es un juicio) y usar palabras que describan emociones reales. | NO: “Me siento traicionado” (puede implicar juicio). SI: “Me siento frustrado y confundido.” |
| 3. Necesidades | Detrás de todo sentimiento hay una necesidad (satisfecha o insatisfecha). Este paso implica identificar qué necesidad está en juego sin culpar al otro. | “Me siento frustrado porque necesito claridad sobre lo que se espera de mí.” |
| 4. Peticiones | Expresar de manera concreta y clara lo que nos gustaría que suceda, sin exigirlo. Debe ser una acción específica y realizable. | NO: “Quiero que me respetes más.” SI: “¿Podrías avisarme con anticipación si no vas a llegar a tiempo?” |
Este modelo ha demostrado ser especialmente valioso en contextos donde se requiere construir confianza, gestionar tensiones o fomentar relaciones de cuidado mutuo. Su práctica continua no solo transforma la calidad del diálogo, sino también la manera en que cada persona se relaciona consigo misma y con su entorno.
Conversaciones como actos generativos
Si miramos la conversación como simple intercambio de información, perdemos su potencia transformadora. Fernando Flores y Rafael Echeverría, inspirados en los actos del habla de John Austin, plantean que cada conversación genera realidad: cuando prometemos, pedimos, afirmamos, declaramos o juzgamos, no solo estamos diciendo algo, estamos haciendo algo.
Integrar este enfoque con la CNV permite que nuestras conversaciones no se queden en la superficie, sino que se conviertan en verdaderos espacios de diseño compartido, donde es posible coordinar acciones, reparar confianzas dañadas, crear visiones comunes y dar lugar a lo nuevo.
Diseñar conversaciones: una práctica intencional
Diseñar conversaciones es crear condiciones para que la expresión, la escucha y el cuidado mutuo puedan emerger. Algunas claves prácticas para diseñar conversaciones desde la CNV:
- Prepara el contexto emocional y físico: ¿Es el momento adecuado? ¿Está el cuerpo disponible?
- Formula observaciones, no juicios: “He notado que en las últimas reuniones…” es muy distinto a “Siempre llegas tarde.”
- Nombra lo que sientes y lo que necesitas: “Me siento frustrado porque necesito claridad para avanzar.”
- Haz peticiones claras y alcanzables: “¿Podrías explicarme qué esperas de mí en este proyecto?”
- Escucha sin interrumpir: escucha para comprender, no para responder.
Estas prácticas no garantizan que todo conflicto se resuelva, pero aumentan radicalmente las posibilidades de conexión real y disminuyen la carga emocional tóxica que muchas veces envenena los vínculos.
Preguntas que construyen vínculos
La práctica de la CNV no busca evitar los conflictos, sino habitarlos con mayor conciencia. A veces, una buena conversación no se define por llegar a acuerdos inmediatos, sino por abrir espacio para comprender lo que está vivo en nosotros y en los demás. Desde esta perspectiva, comunicar no es solo intercambiar información, sino permitir que emerja lo que muchas veces queda atrapado entre el juicio, la reactividad y el silencio.
A continuación, algunas preguntas que pueden ayudarte a cultivar conversaciones más conscientes y empáticas en tu vida cotidiana:
- ¿Qué necesidades propias o ajenas podrían estar siendo ignoradas en esta interacción?
- ¿Qué juicios automáticos estoy sosteniendo que nublan mi capacidad de escuchar?
- ¿Qué condiciones de seguridad emocional necesitaría este vínculo para que todas las voces se sientan vistas y oídas?
- ¿Qué interpretaciones personales podrían estar bloqueando una comprensión más profunda del otro?
Diseñar conversaciones desde la Comunicación No Violenta es una práctica transformadora que nos invita a volver al centro de lo humano: la conexión, la expresión y el cuidado. En tiempos de polarización, automatismo y desconfianza, cuidar nuestras conversaciones es una forma de cuidar el tejido mismo de nuestras relaciones. Y como todo tejido vivo, necesita conciencia, atención… y práctica constante. Porque las preguntas correctas no buscan culpables, buscan caminos.
Referencias:
- Austin, J. L. (1962). Cómo hacer cosas con palabras. Oxford University Press.
- Echeverría, R. (2006). Ontología del lenguaje. Santiago de Chile: J.C. Saez Editor.
- Maturana, H. (1996). El sentido de lo humano. Dolmen Ediciones.
- Rosenberg, M. (2006). Comunicación no violenta: un lenguaje de vida. Gran Aldea Editores.
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