Durante los últimos años he tenido la oportunidad de trabajar en distintos espacios de formación para adultos: desde diplomados en educación superior hasta programas de capacitación orientados al mundo laboral. En todos estos formatos he podido confirmar que las personas adultas aprenden distinto.

Cuando se trata de personas con experiencia vital y profesional, la docencia no puede reducirse a la transmisión de contenidos; lo que realmente funciona es la real facilitación del aprendizaje, un rol que integra metodologías activas, escucha activa, diseño de experiencias y la capacidad de vincular lo aprendido con la vida real.

Personas adultas como sujeto de aprendizaje

El aprendizaje adulto se basa en principios distintos a los que suelen guiar la educación tradicional. Malcolm Knowles (1984), quien fue docente universitario y un referente de la andragogía (el arte y la ciencia de la educación de adultos), planteó que las personas adultas:

  • Necesitan comprender el sentido y la utilidad inmediata de lo que aprenden.
  • Son autogestionados: quieren decidir cómo y cuándo aprender.
  • Se apoyan en su experiencia previa para darle valor y contexto a lo nuevo.
  • Se orientan a resolver problemas reales, más que a acumular teoría abstracta.

Esto significa que trabajamos con personas llenas de trayectorias, creencias y miradas diversas. El rol del facilitador es reconocer esas experiencias como capital y transformarlas en motor de aprendizaje.

El rol del facilitador: un diseñador de experiencias

A diferencia del profesor tradicional, que entrega contenidos, el facilitador crea espacios donde las personas adultas ponen en juego lo que ya saben y lo expanden. La facilitación implica:

  • Diseñar actividades que conecten con situaciones laborales reales.
  • Promover la colaboración y el intercambio de experiencias.
  • Generar confianza para que aparezca la vulnerabilidad necesaria para aprender.

En este sentido, el facilitador se asemeja más a un diseñador del aprendizaje: diseña estructuras, pero deja que las personas habiten y resignifiquen ese espacio con su propia historia.

Motivaciones y puntos de inflexión en el aprendizaje adulto

Mientras los jóvenes suelen estudiar por metas de largo plazo (obtener un título, entrar al mundo laboral), las personas adultas lo hacen movidos por otras fuerzas:

  • Desafíos profesionales inmediatos (ascender, enfrentar un nuevo rol, liderar un equipo).
  • Procesos de cambio personal o laboral (transiciones, crisis, reinvención).
  • Necesidad de sentido y actualización en un mundo en constante transformación.

Jack Mezirow (1991), era un sociólogo americano y profesor emérito de «Adult and Continuing Education» en la Universidad de Columbia y fundador de la teoría del aprendizaje transformacional. En su trabajo subraya que los adultos aprenden de manera más profunda cuando un evento desafía sus marcos de referencia y los impulsa a repensarse. La facilitación, entonces, no es neutra: puede abrir puertas de transformación personal y profesional.

Conexión con el mundo del trabajo

El aprendizaje adulto se diferencia de la docencia universitaria juvenil porque ocurre en diálogo directo con el ejercicio profesional. Metodologías como el bootcamp, el aprendizaje basado en proyectos o la resolución de casos permiten que los participantes aprendan haciendo y vean la utilidad inmediata de lo aprendido.

Este vínculo con el trabajo no solo enriquece la formación, sino que aumenta la motivación: cada herramienta aprendida se convierte en una posible solución para un problema real que la persona enfrenta en su día a día.

Activar conexiones significativas

La facilitación con adultos es un terreno desafiante y profundamente enriquecedor. Implica reconocer que cada participante trae consigo un mundo de experiencias y que nuestra tarea no es “llenar vacíos”, sino activar conexiones significativas entre lo que ya saben y lo que están por descubrir.

Se trata de acompañar procesos de cambio, diseñar experiencias y abrir espacios donde las personas puedan aprender a ser, a hacer y a transformarse.


Referencias

  • Jarvis, P. (2010). Educación de adultos y aprendizaje permanente: teoría y práctica (4th ed.). Routledge.
  • Knowles, M. (1984). El estudiante adulto: una especie olvidada (3rd ed.). Gulf Publishing.
  • Mezirow, J. (1991). Dimensiones transformadoras del aprendizaje de adultos. Jossey-Bass.
  • Merriam, S. B., & Bierema, L. L. (2014). Aprendizaje de adultos: vinculando la teoría y la práctica. Jossey-Bass.
  • Kolb, D. (1984). Experiential learning: Experience as the source of learning and development. Prentice Hall.

Descubre más desde

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.