La creatividad habita en todas las personas y se manifiesta de maneras singulares. Emprender el camino de la vida es, en sí, un acto continuo de creación. No se trata de un privilegio reservado a artistas o genios: todos y todas somos creativos en potencia. La posibilidad de imaginar nuevas formas de ser, de pensar y de hacer está latente en cada ser humano.

Desde esta comprensión, propongo una definición personal: la creatividad es el acto de generar ideas, conceptos o producciones nuevas que provocan soluciones distintas a lo convencional. No se trata de copiar o imitar, sino de combinar elementos conocidos para dar lugar a algo original, que tenga valor por sí mismo y que sea capaz de generar un impacto novedoso en un determinado contexto.

George Gámez (1998), en su libro Todos somos creativos, señala: “Es un potencial que tienen todas las personas y que sirve para emprender una actividad que hace que algo adquiera existencia” (p. 17). Esta visión democratiza la creatividad y la reconoce como un recurso vital, cotidiano y transformador.

Pensar creativamente: estructuras mentales y apertura

Desde una perspectiva ontológica, las personas existimos en permanente creación. Somos capaces de transformarnos, de reconfigurar nuestras formas de pensar, sentir y actuar… si así lo elegimos. La creatividad es, por tanto, una manera especial de habitar el mundo.

Ser creativos o creativas no implica necesariamente innovar a gran escala, sino estar disponibles a experimentar cada situación como una oportunidad única. Esto requiere una disposición mental particular, que se caracteriza por un pensamiento flexible, expansivo y no subordinado a patrones rígidos o tradicionales.

Pensamiento divergente y convergente

El psicólogo estadounidense Joy Paul Guilford (1897–1987), pionero en el estudio de la creatividad, desarrolló el modelo de “estructura del intelecto”, donde propuso que la inteligencia no es un rasgo único y fijo, sino una combinación de múltiples capacidades cognitivas (Guilford, 1967). En ese marco, distinguió entre pensamiento convergente y pensamiento divergente.

El pensamiento convergente consiste en aplicar soluciones convencionales a los problemas, utilizando la lógica y el conocimiento previo. Es eficaz para tareas que requieren precisión, como cálculos o decisiones técnicas. En cambio, el pensamiento divergente —clave para la creatividad— se caracteriza por la capacidad de generar múltiples soluciones posibles ante un mismo desafío, explorando caminos poco transitados, empleando la imaginación y abriéndose a nuevas asociaciones.

El pensamiento lateral

Edward de Bono (1933–2021), uno de los mayores referentes en el campo de la creatividad aplicada, propuso el concepto de pensamiento lateral, entendido como la capacidad de apartarse del camino lógico habitual para explorar alternativas inesperadas (De Bono, 1970). A diferencia del pensamiento “vertical” o lineal, el pensamiento lateral requiere una actitud abierta, dispuesta a cuestionar las suposiciones de base.

“Existe demasiada gente que dice ser creativa, y piensan que ser diferente solo por el hecho de ser diferente es ser creativo. No lo es”, advertía de Bono (ver fuente original). Para él, una idea creativa debía, además de ser novedosa, tener valor. No basta con lo excéntrico o rupturista; lo creativo es aquello que transforma y agrega sentido o utilidad en un determinado contexto.

Bloqueos a la creatividad

A pesar de su universalidad, la creatividad puede verse bloqueada. Este bloqueo creativo se manifiesta como una sensación de estancamiento, dificultad para generar ideas nuevas o incapacidad para salir de los marcos conocidos. Algunas causas frecuentes incluyen:

  • Exceso de tecnicismo o especialización rígida.
  • Racionalismo extremo o sobreintelectualización.
  • Miedo al error, al juicio externo o a lo desconocido.
  • Baja autoestima o falta de confianza en el proceso.
  • Motivación disminuida, frustración o autoexigencia excesiva.
  • Enfoques superficiales que evitan profundizar en el fenómeno.

Estos factores no son definitivos: pueden abordarse mediante prácticas que estimulen la plasticidad cognitiva, emocional y corporal.

Etapas del proceso creativo

La creatividad no ocurre de forma aleatoria. Graham Wallas (1926), teórico y educador, propuso un modelo del proceso creativo que sigue cinco fases:

  1. Preparación: recogida de información y análisis del problema.
  2. Incubación: pausa aparente donde el inconsciente sigue procesando.
  3. Intimación (a veces considerada subfase): sensación de que algo nuevo está por emerger.
  4. Iluminación o insight: surgimiento de la idea innovadora.
  5. Verificación: evaluación, ajuste y aplicación de la idea.

Este modelo nos recuerda que el proceso creativo es tanto consciente como inconsciente, y que requiere tiempos de maduración y validación.

El modelo de creatividad de Walt Disney

Una interesante aproximación práctica es la propuesta por Robert Dilts (1994), quien estudió los patrones mentales de Walt Disney y los sintetizó en un modelo cíclico compuesto por tres roles creativos:

  • El soñador: libera la imaginación, sin juicio, y da espacio a todas las ideas posibles.
  • El realista: conecta las ideas con la realidad, evaluando su viabilidad y operatividad.
  • El crítico: examina los riesgos y debilidades de las ideas para fortalecerlas, desde una mirada constructiva.

Este modelo plantea que la creatividad no solo requiere inspiración, sino también organización, evaluación y capacidad de sostener una idea en su evolución.

Walt Disney lo explicaba así:

“Quien crea una historia debe ver claramente en su propia mente cómo encajará cada pieza dentro del negocio que se genere. Debe sentir cada expresión, cada reacción. Debe ser capaz de alejarse lo suficiente de esta historia para tener una segunda opinión, para ver si los personajes van a ser interesantes y atractivos para el público…”

A modo de cierre

La creatividad es una cualidad intrínseca a la experiencia humana. No es propiedad de unos pocos, sino una capacidad compartida que puede cultivarse, expandirse y ponerse al servicio del crecimiento personal, profesional y colectivo.

Al nutrir nuestro pensamiento divergente, entrenar nuestra apertura mental y reconocer los bloqueos sin rendirnos ante ellos, abrimos la puerta a formas más auténticas y significativas de estar en el mundo. Crear no es solo inventar: es también mirar distinto, transformar lo cotidiano y resignificar nuestras experiencias.


Referencias

  • De Bono, E. (1970). Lateral thinking: Creativity step by step. Harper & Row.
  • Gámez, G. (1998). Todos somos creativos. Editorial Trillas.
  • Guilford, J. P. (1967). The nature of human intelligence. McGraw-Hill.
  • Wallas, G. (1926). The art of thought. Harcourt, Brace & Company.
  • Dilts, R. (1994). Strategies of Genius. Volume I: Aristotle, Sherlock Holmes, Walt Disney, Wolfgang Amadeus Mozart. Meta Publications.

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