Una persona renuncia a su trabajo buscando un nuevo rumbo, pero a las semanas siente dudas, ansiedad y un inesperado deseo de volver atrás. Un estudiante empieza una carrera motivado, pero a mitad del semestre se siente frustrado y perdido. Un equipo recibe con entusiasmo una nueva metodología, pero al poco tiempo aparecen resistencias, desánimo y falta de cohesión.

Estos ejemplos tienen algo en común: el cambio no se vive como una línea recta hacia el éxito, sino como un recorrido emocional complejo, lleno de avances, retrocesos, entusiasmo, miedo y resignificación.

Desde hace décadas, diversos modelos han intentado describir este proceso. Uno de los más claros y empáticos es el del consultor británico John Fisher, quien en 1996 propuso su conocida Curva del Cambio Personal (The Personal Transition Curve). Te invito a conocer este modelo, no solo para comprenderlo, sino para usarlo como una herramienta práctica en tu vida personal, profesional o educativa.

¿Quién es John Fisher y por qué su modelo sigue vigente?

John Fisher es psicólogo y consultor en procesos de cambio. Su modelo surge de la necesidad de ayudar a personas, equipos y organizaciones a comprender las emociones que emergen ante cambios significativos, especialmente cuando son inesperados o impuestos.

A diferencia de otros enfoques más racionales o estratégicos, Fisher propuso una mirada centrada en la transición emocional, identificando etapas que van desde la ansiedad inicial hasta la aceptación o consolidación del nuevo estado.

Aunque fue desarrollado en el ámbito organizacional, su curva es aplicable a transiciones personales, educativas, afectivas o identitarias.

La curva del cambio de John Fisher

La curva del cambio: un mapa emocional ante la transformación

El modelo de Fisher describe un proceso emocional ante el cambio que no es lineal, sino que se curva, se hunde y luego se eleva. Estas son las principales etapas que contempla (pueden o no aparecer todas, y no siempre en orden fijo):

EtapaDescripciónFoco emocional / conductual
1. AnsiedadInicio del proceso, con incertidumbre frente a lo desconocido.Miedo, inquietud, tensión anticipatoria.
2. Felicidad / Entusiasmo inicialOptimismo o alivio si el cambio es percibido como deseado o necesario.Energía, apertura, idealización.
3. MiedoConciencia de los costos y consecuencias del cambio.Preocupación, duda, desconfianza.
4. AmenazaSe percibe pérdida de identidad, rol o estabilidad.Sensación de vulnerabilidad o pérdida de control.
5. CulpaAparecen autocríticas o cuestionamientos por decisiones tomadas.Arrepentimiento, autojuicio, vergüenza.
6. Depresión / DesmotivaciónEstado de bloqueo emocional o energético, donde parece que nada mejora.Desgano, tristeza, apatía, sensación de fracaso.
7. Aceptación gradualInicio de integración del cambio como parte de una nueva realidad.Calma progresiva, resignificación, apertura emocional.
8. Toma de decisiones / Avance / InstitucionalizaciónSe comienza a actuar desde el nuevo marco; el cambio se estabiliza e integra.Claridad, empoderamiento, autonomía, sentido.
  • Importante: este proceso no es igual para todas las personas. Algunos se quedan más tiempo en una etapa; otros retroceden; otros saltan. Lo valioso es que el modelo visibiliza lo que suele quedar oculto o malinterpretado.

¿Qué utilidad tiene este modelo?

La curva de Fisher nos da permiso emocional para no estar bien todo el tiempo durante un cambio. También nos permite:

  • Identificar en qué punto estamos y así ganar claridad.
  • Acompañar a otros con mayor empatía, sin apurar procesos.
  • Evitar juicios innecesarios del tipo “debería estar feliz con este cambio”, “ya debería haber superado esto”, etc.
  • Diseñar estrategias más humanas en procesos de gestión del cambio, educación o liderazgo.

En el contexto educativo, por ejemplo, puede ser útil para entender por qué un grupo inicialmente motivado se desorganiza a mitad de camino. En coaching, facilita el reconocimiento del momento actual del cliente y evita forzar “resoluciones” antes de tiempo.

Lo que no dice (pero conviene agregar)

Aunque la curva es una herramienta útil, es importante complementar su uso con algunas precauciones:

  • No todas las personas pasan por todas las etapas.
  • El tiempo no es predecible. Hay quienes viven el proceso en semanas y otros en meses.
  • El contexto importa. Recursos emocionales, apoyo social y condiciones materiales influyen profundamente.
  • Las emociones no son problemas a eliminar, sino señales a atender.

¿Cómo aplicar la curva de Fisher en tu vida?

Te propongo un ejercicio simple:

  1. Recuerda un cambio reciente o actual.
  2. Observa el gráfico de la curva.
  3. Ubica en qué etapa te sientes hoy.
  4. Pregúntate con honestidad:
    • ¿Qué emoción predomina?
    • ¿Qué necesitas en esta etapa?
    • ¿Quién o qué puede acompañarte?
    • ¿Qué aprendizaje puedes extraer, incluso si aún no estás bien?

Esta exploración también puede realizarse en equipos, en sesiones de formación o en procesos acompañamiento. La clave está en tratar el cambio no solo como un desafío técnico, sino como un proceso humano que necesita tiempo, escucha y respeto.

No se trata solo de avanzar, sino de comprender

La curva del cambio de Fisher no es una receta ni una solución mágica. Es, ante todo, una invitación a respetar los ritmos humanos en medio del movimiento. A reconocer que muchas veces lo que parece retroceso es parte del camino. Que la tristeza, la culpa o el miedo no son debilidades, sino estaciones emocionales de la transformación.

Como decía Viktor Frankl (1946), “cuando no podemos cambiar una situación, estamos desafiados a cambiarnos a nosotros mismos”. Y para hacerlo, primero debemos comprender lo que nos pasa.


Referencias

Fisher, J. (1999). The process of personal change. En P. Simpson (Ed.), Handbook of organizational change (pp. 112-130). Routledge.

Bridges, W. (2004). Transitions: Making sense of life’s changes (2ª ed.). Da Capo Press.


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