Durante los últimos años he tenido la oportunidad de trabajar en distintos espacios de formación para adultos: desde diplomados en educación superior hasta programas de capacitación orientados al mundo laboral. En todos estos formatos he podido confirmar que las personas adultas aprenden distinto.
Cuando se trata de personas con experiencia vital y profesional, la docencia no puede reducirse a la transmisión de contenidos; lo que realmente funciona es la real facilitación del aprendizaje, un rol que integra metodologías activas, escucha activa, diseño de experiencias y la capacidad de vincular lo aprendido con la vida real.
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