Diversas disciplinas han estudiado las «dimensiones humanas», también conocidas como dimensiones del ser, como elementos fundamentales que constituyen la existencia misma de una persona. Estas dimensiones no solo son objeto de interés en la educación, sino también en áreas como la psicología, la psiquiatría, la filosofía, la física, entre otras más, donde se reconoce al ser humano como un todo integrado, no como una suma de partes independientes.
Humberto Maturana (Biólogo chileno) destaca la importancia de la biología del conocimiento para comprender al ser humano en su totalidad, integrando dimensiones físicas, emocionales, cognitivas y espirituales que interactúan constantemente en el desarrollo de las personas. Este enfoque es fundamental para el desarrollo humano y profesional, donde las dimensiones del cuerpo, la emoción, la mente y la espiritualidad juegan un rol central.
El cuerpo
La dimensión corporal está relacionada con los aspectos biológicos de la persona. El cuerpo físico alberga la existencia misma y sostiene las actividades cotidianas, desde la respiración y la alimentación, hasta el movimiento y la interacción social. Como señala Yuval Noah Harari, en su libro Sapiens: De animales a dioses: «el cuerpo es el primer hogar del ser humano, es lo que lo conecta con el mundo y lo que lo mantiene vivo en su viaje por la historia».
Una representación visual poderosa de esta evolución se puede ver en la icónica escena de 2001: Odisea en el espacio de Stanley Kubrick, en la cual el hueso lanzado por el primate, que simboliza el comienzo de la conciencia y el uso de herramientas, se transforma en una nave espacial. En pocos segundos, se encapsulan millones de años de evolución biológica y tecnológica, un viaje que comenzó con nuestros antepasados más primitivos y ha llegado hasta la complejidad moderna.
La emoción
Las emociones son respuestas adaptativas que han asegurado la supervivencia de la especie humana. Según Maturana, las emociones son fundamentales no solo para la supervivencia física, sino también para la construcción de vínculos y relaciones humanas. La dimensión emocional permite que las personas se relacionen afectivamente y desarrollen vínculos que son esenciales en los contextos familiares, sociales y laborales.
Susana Bloch es una psicóloga investigadora chilena alemana cuyo enfoque es en neurofisiología y psicofisiología. Bloch (en su obra: El alba de las emociones) plantea que «las emociones son el lenguaje primitivo que nos conecta con nosotros mismos y con los demás, revelando la esencia de la experiencia humana». En este sentido, el bienestar emocional de una persona influye directamente en su desempeño profesional, académico y en su capacidad para interactuar con otros de manera saludable.
La mente
La dimensión cognitiva, o mental, es lo que permite a los seres humanos razonar, aprender y crear. La capacidad de pensar y reflexionar es exclusiva de nuestra especie y ha sido clave en la evolución cultural y tecnológica (Harari, 2014). El lenguaje, la creación artística, las ciencias y el conocimiento en general surgen de esta dimensión, que permite a las personas no solo adaptarse al mundo, sino también transformarlo.
La teoría del cerebro triúno, propuesta por Paul MacLean (1990), complementa esta idea de evolución y transformación, sugiriendo que el cerebro humano está compuesto por tres capas principales: el cerebro reptiliano (instintivo), el sistema límbico (emocional) y el neocórtex (racional). Esta estructura refleja la evolución de nuestro cuerpo y mente, mostrándonos cómo lo biológico, lo emocional y lo racional están profundamente conectados. Sin el cuerpo, no sería posible experimentar las otras dimensiones del ser.
Richard Feynman, físico ganador del premio Nobel, decía: «Todo lo que podemos imaginar o conocer está conectado a nuestros cuerpos, a nuestras emociones y a nuestros sentidos». Feynman, conocido por su trabajo en la electrodinámica cuántica, destacó en sus escritos cómo la mente y el cuerpo están intrínsecamente conectados, y cómo lo que pensamos no puede separarse de lo que sentimos (Feynman, 1985). Esta afirmación refuerza la idea de que no podemos desligarnos del todo que somos: nuestra mente no funciona en un vacío, sino en conjunto con nuestras emociones y nuestro cuerpo.
La espiritualidad
La espiritualidad, entendida como la búsqueda de trascendencia y conexión con algo más allá de lo tangible, ha sido objeto de estudio en la filosofía y la ciencia. Alexander Lowen, fue un médico y psicoterapeuta estadounidense, creador del análisis bioenergético; él sugiere que la espiritualidad es inseparable de la conciencia corporal, ya que “el cuerpo y la mente son uno, y la energía que fluye a través de nosotros es la esencia de nuestra existencia”. En la misma línea, António Damasio, neurocientífico y médico neurólogo portugués, exploró la relación entre la conciencia corporal y social, enfatizando que nuestra experiencia de trascendencia está profundamente conectada con nuestra capacidad de estar presentes en nuestro cuerpo.
Fritjof Capra, austriaco, doctor en física y teórico de sistemas, es director fundador del Centro de Ecoliteracy en Berkeley, California, ha explorado la relación entre la física cuántica y la espiritualidad, sugiriendo que los seres humanos son más que materia: son también energía y conciencia. Esta dimensión permite a las personas explorar su sentido de propósito y conectar con lo inmaterial, tal como lo señala el Dalai Lama en sus diálogos sobre ciencia y espiritualidad (Dalai Lama, 2005).
En resumen, las dimensiones del ser humano son fundamentales para comprender la complejidad y la integridad de la persona. El estudio de estas dimensiones desde una perspectiva integral permite un enfoque más completo del desarrollo humano y profesional, donde cada aspecto se interrelaciona y contribuye a la formación de individuos plenos.
Dicho lo anterior, es importante destacar la reflexión sobre la vida como un viaje, donde el ser humano no puede entenderse en partes segregadas, sino como un todo integrado. Un claro ejemplo es el famoso cuadro Las Meninas del pintor barroco español Diego de Velázquez, donde el artista se autorretrata dentro de la obra, mirándose a sí mismo mientras pinta, un gesto que nos recuerda la importancia de la autoobservación y de vernos a nosotros mismos en el contexto más amplio de la vida. Al igual que Velázquez en su obra, cada ser humano está inmerso en su propio viaje, donde debe mirarse tanto hacia adentro como hacia afuera, comprendiendo que es parte de un todo mayor. La vida es, en este sentido, un viaje de constante reflexión y conexión con nosotros mismos y el entorno.

Las meninas (1656) cuadro de Diego Velázquez
Referencias:
- Bloch, S. (1998). El alba de las emociones. Ediciones Paidós.
- Capra, F. (2000). La trama de la vida: una nueva perspectiva de los sistemas vivos. Editorial Anagrama.
- Dalai Lama. (2005). El universo en un solo átomo: La convergencia de ciencia y espiritualidad. Editorial Urano.
- Damasio, A. (1999). El error de Descartes: La emoción, la razón y el cerebro humano. Editorial Crítica.
- Feynman, R. P. (2020). QED: La extraña teoría de la luz y la materia. Alianza Editorial.
- Harari, Y. N. (2014). Sapiens: De animales a dioses: Breve historia de la humanidad. Editorial Debate.
- Lowen, A. (2011). La Bioenergetica. Editorial Sirio
- MacLean, P. D. (1990). El cerebro triuno en la evolución: papel en las funciones paleocerebrales.
- Maturana, H. (1997). La biología del conocimiento. Editorial Universitaria.
- Maturana, H., & Varela, F. (1984). El árbol del conocimiento: Las bases biológicas del entendimiento humano. Editorial Universitaria.
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